Egipto Será Tu Campo de Entrenamiento

Transición Dolorosa, Pero Dirigida por Dios
«Venid, y vendámosle a los ismaelitas… Y llevaron a José a Egipto.»
— Génesis 37:27-28
José no llegó a Egipto como alguien influyente. Fue vendido como esclavo, despojado de todo lo que conocía. Pero la gracia de Dios estaba sobre él, y eso era más que suficiente para que, incluso en condición de siervo, comenzara a ver puertas abrirse.
No Era un Esclavo Común
«Y los madianitas lo vendieron en Egipto a Potifar, oficial de Faraón, capitán de la guardia.»
— Génesis 37:36
Dios no lo envió a cualquier casa. Desde el principio, lo posicionó en el entorno de la realeza, no como una coincidencia, sino como una preparación. Allí no solo sirvió, también aprendió. Observó, entendió, creció. Egipto, ese lugar de dolor, se estaba convirtiendo en su campo de entrenamiento.
El Carácter También Se Prueba
«¿Cómo, pues, haría yo este grande mal, y pecaría contra Dios?»
— Génesis 39:9
Cuando llegó la tentación por parte de la esposa de Potifar, José mostró que su entrenamiento no solo era externo, sino también espiritual. Su fidelidad no estaba en juego; prefirió perder su reputación antes que su integridad.
Y aunque actuó correctamente, fue acusado falsamente y enviado a prisión.
¿Significa Eso el Fin?
«Y lo puso en la cárcel, donde estaban los presos del rey…»
— Génesis 39:20
Podría parecer que todo había terminado, pero no. Aunque fue a prisión, Dios no había terminado de formar el corazón del soñador. El proceso dolía, pero estaba alineado con el propósito.
La Prueba No Cancela el Propósito
José no sabía que ese entorno egipcio, esa casa, esa cárcel… eran parte de su camino al cumplimiento del sueño. Egipto fue la escuela donde Dios lo entrenó: en administración, obediencia, resistencia, y sobre todo, en fe.
Y así como José fue formado entre procesos, tú también estás siendo moldeado. Lo que hoy parece un retroceso, puede ser exactamente el lugar donde Dios está preparándote para lo que viene.
Porque, aunque por un momento José estuvo en la cárcel, su destino final no era ese…
Tu destino no es la cárcel, tu destino es el palacio.
En la próxima entrada, veremos cómo Dios convierte el lugar más oscuro en el punto de partida hacia la mayor manifestación de Su gloria.
No te lo pierdas.