Entregando Todo por la Causa de Cristo

«Venido el día, algunos de los judíos tramaron un complot y se juramentaron bajo maldición, diciendo que no comerían ni beberían hasta que hubiesen dado muerte a Pablo.»
— Hechos 23:12
¿Qué estás dispuesto(a) a perder por la causa de Cristo?
Quizá suene drástico pensar en morir por nuestra fe. Nuestra mente vuela hacia ideas como persecución, cárceles o martirio. Y sí, eso ha sido —y sigue siendo— una realidad para muchos. Pero también hay otro tipo de entrega que, aunque más silenciosa, puede resultar igual de desafiante: morir a uno mismo, cada día.
No se trata solo del cuerpo físico que es pasajero (2 Corintios 4:16), sino de rendir nuestra carne, orgullo, deseos y voluntad personal, para vivir conforme al propósito eterno de Dios.
“Con Cristo estoy juntamente crucificado, y ya no vivo yo, mas vive Cristo en mí.”
— Gálatas 2:20
Pablo lo vivió en carne propia. De ser respetado entre las autoridades, pasó a ser perseguido, azotado, apedreado y encarcelado. Pero más que eso, renunció a su estatus, a su seguridad y a su comodidad, para abrazar una vida centrada en Jesús. Entendió que había una causa más grande que él mismo, y la abrazó con todo su ser.
La batalla interna: una entrega diaria
Entregar todo por Cristo no es una decisión de un solo día, sino un acto de obediencia constante, una batalla silenciosa que se libra en lo profundo del corazón. Y muchas veces, morir a nosotros mismos es más difícil que enfrentar cualquier oposición externa.
Porque implica renunciar a lo que queremos cuando sabemos que Dios nos está llamando a algo más alto. Implica negarse a uno mismo cuando el mundo grita “haz lo que te hace feliz”. Implica caminar contra la corriente y, a veces, quedarse solo en obediencia.
“Cada día estoy expuesto a la muerte por causa de Jesucristo, nuestro Señor.”
— Palafrasis 1 Corintios 15:31
¿Vale la pena?
La respuesta es un rotundo sí.
No por lo que obtenemos aquí, sino por lo que nos espera allá. Jesús prometió estar con nosotros (Hebreos 13:5), y también prometió que si vencemos, recibiremos la corona de vida (Apocalipsis 2:10), una herencia incorruptible (1 Pedro 1:4).
Nada en esta tierra podrá superar lo que Dios tiene preparado para quienes le aman.
“Porque para mí el vivir es Cristo, y el morir es ganancia.”
— Filipenses 1:21
¿Por qué lo haces?
Te invito a examinar el motivo de tu entrega. Que no sea por reconocimiento, aceptación o éxito humano, sino porque Jesús lo entregó todo primero por ti.
Él te reconcilió con el Padre cuando no tenías forma de volver. Y si vas a entregarlo todo, que sea por la causa más noble, más santa y más eterna: la causa de Cristo.
“Todo lo estimo como pérdida, comparado con la excelencia del conocimiento de Cristo Jesús, mi Señor.”
— Filipenses 3:8
Una oración sincera
Señor Jesús, hoy vengo a Ti con un corazón dispuesto. Ayúdame a morir a mí mismo(a) cada día, a vivir por tu causa y no por la mía. Hazme fiel en lo poco, constante en la entrega, y valiente para seguirte aunque cueste. Que todo lo que soy te glorifique, y que todo lo que tengo esté en tus manos.
En el nombre de Jesús,
Amén.