No Entregues Tu Asignación

Un Momento de Hambre, Una Decisión Que Marcó un Destino
«Entonces Jacob dio a Esaú pan y del guisado de las lentejas; y él comió y bebió, y se levantó y se fue. Así menospreció Esaú la primogenitura.»
— Génesis 25:34
Cuando leemos esta historia, vemos que Esaú, en un momento de necesidad física, despreció lo que tenía valor eterno:su primogenitura. No se trataba solo de un derecho por haber nacido primero, sino de una asignación espiritual y una bendición especial para quien debía asumir un rol de liderazgo y propósito dentro de su familia.
Sin embargo, el cansancio y la necesidad inmediata lo llevaron a intercambiar lo eterno por lo temporal.
¿Qué Representaba la Primogenitura?
En aquellos tiempos, ser el primogénito no era solo un asunto cultural, sino espiritual. La primogenitura conllevaba la bendición de liderar, heredar autoridad y ser parte de la continuidad del plan de Dios para su pueblo. Era una posición de responsabilidad y de honra.
Sin embargo, en un momento de debilidad, Esaú cambió lo eterno por lo temporal. Y así, menospreció su llamado.
Aplicación Hoy: ¿Estamos Cuidando Nuestra Asignación?
La exaltación de José fue pública y notoria. Su ropa cambió, su posición cambió, su entorno cambió. Pero lo más importante: su corazón permaneció alineado con Dios.
Porque José entendía que todo lo que vivió fue parte del plan divino para llevarlo al lugar exacto donde debía estar.
No Menosprecies Lo Que Dios Te Ha Dado
Hoy quiero invitarte a reflexionar: ¿estás cuidando tu asignación? ¿O, sin darte cuenta, has permitido que las presiones del día a día te lleven a comprometerla?
No permitas que el cansancio, la frustración, la necesidad o el desánimo te hagan soltar lo que Dios te ha confiado. Recuerda que en cada cosa que Él deposita en ti hay un propósito mayor, no solo para tu vida, sino también para bendecir a otros.
Evalúa y Decide: ¿A Qué Le Das Valor?
Tómate un momento para revisar tu corazón. Examina tus motivaciones y tus prioridades. No entregues lo eterno por lo temporal. Lo que Dios ha puesto en ti es precioso y tiene un impacto que va más allá de lo que hoy puedes ver. Cuida tu asignación. Guárdala. Protégela. Y camina cada día con la convicción de que lo que portas es para Su gloria y para la expansión de Su Reino.