Un Llamado a la Alabanza

Fuimos Creados para Adorar
«Mirad, bendecid a Jehová, vosotros todos los siervos de Jehová, los que en la casa de Jehová estáis por las noches. Alzad vuestras manos al santuario y bendecid a Jehová. Desde Sion te bendiga Jehová, el cual ha hecho los cielos y la tierra.»
— Salmo 134:1-3
Tú y yo fuimos creados para la gloria de Dios. Nuestra existencia misma es una expresión de Su grandeza. La creación en todo su esplendor nos recuerda constantemente que hay un Dios eterno, poderoso y soberano.
La inmensidad del mar, la belleza del cielo, y la complejidad del ser humano son testimonios vivos de Su poder y creatividad. Todo lo creado proclama Su nombre y nos llama a responder con alabanza.
«Los cielos cuentan la gloria de Dios, y el firmamento anuncia la obra de sus manos. Un día emite palabra a otro día, y una noche a otra noche declara sabiduría.»
— Salmo 19:1-2
La Creación Da Testimonio, ¿Y Tú?
No hace falta buscar mucho. La evidencia de Dios está en todo lo que vemos. Aunque el mundo intente apagar la voz de la creación, esta sigue hablando con fuerza. Todo apunta a la majestad del Creador.
«Todo lo que respira alabe a JAH. ¡Aleluya!»
— Salmo 150:6
Alaba Aunque No Tengas Ganas
Dios es digno de alabanza siempre. No solo por lo que hace, sino por quién es. Y hay momentos en los que alabar se convierte en un verdadero acto de fe. Cuando tu voluntad no lo desea, cuando la tristeza pesa o cuando las fuerzas flaquean, ese es el momento de ofrecerle un sacrificio de alabanza.
Como dijo el salmista:
«Bendice, alma mía, a Jehová.»
— Salmo 103:1
Aunque no sientas hacerlo, ordena a tu alma que adore, porque Él nunca deja de ser digno.
Porque Él es Dios, el autor de la vida, el que sostiene todo con Su poder. Y aun cuando no veas razones externas, siempre habrá una interna: Él nunca deja de ser digno.
Haz una Pausa para Alabar
Hoy te invito a hacer una pausa. Deja lo que estás haciendo, cierra tus ojos por un momento y rinde adoración al Dios eterno. No importa dónde estés, tu alabanza tiene valor, poder y propósito.
Porque alabar a Dios no es solo un acto, es un llamado. Y ese llamado es para ti, para mí y para todo lo que respira.